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domingo, 15 de mayo de 2011

El Eterno Seductor


Es Pep en su esencia...
Este reportaje lo leí en el País hace tiempo y lo guardé por que me emocioné al leerlo, hoy lo comparto con vosotros, porque así lo veo yo, "grande inmensamente grande" un ser humano único.


A Pep Guardiola le gusta llevar a sus hijos al colegio cada mañana. Los niños bien que lo saben, incluso los que son del Espanyol, que de vez en cuando le aguardan en la puerta y le retan con el calendario en la mano como si fueran seguidores de todos los adversarios del Barça, cosas de la rivalidad. Tanto la escuela como el entrenador y los niños han llevado con discreción la rutina diaria o, en caso contrario, se habría roto el encanto, la pedagogía bien entendida. El dìa7 de mayo, cuando el alumnado se asomó por los ventanales de las clases y salió al patio para aplaudir un buen rato la llegada de Guardiola, vencedor en Stamford Bridge. "¿Por qué aplauden, papá?", preguntó Màrius. Pep le respondió: "Porque están contentos, hijo".

A Guardiola le encanta que la gent blaugrana sea feliz y nada le ha emocionado más estos días que niños y niñas acudieran al colegio y al instituto con la zamarra del Barça puesta, signo de afirmación, de sentido de pertenencia a una institución a veces acomplejada. Nunca hasta ahora los seguidores del Barça habían tomado Canaletes ni a los estudiantes se les ocurrió en la vida vestirse de azulgrana sin antes haber ganado una copa. No se festejaban los trofeos, sino los goles, los seis del Bernabéu, el de Londres, los de la Copa, los 5 en Barcelona partidos que finalmente culminan la declaración de intenciones del entrenador cuando tomó el equipo e invitó a la afición a abrocharse los cinturones: "Tengo la sensación de que la gente estará orgullosa de nosotros".


Nunca prometió títulos, sino que ha procurado que cada partido fuera una final y que cada minuto tuviera la misma importancia, una propuesta de gran desgaste, tanto que se ha dejado la piel y el pelo en el empeño. "Pep sufre mucho y nos hace sufrir", coinciden sus padres, Valentí y Dolors. "Descansa del fútbol con más fútbol", cuenta el escritor mexicano Juan Villoro. Defensor de la fuerza de la palabra, Guardiola se ha vaciado en la comunicación verbal y gestual, la misma que en su día, cuando era jugador. Estiarte ángel  de la guarda de el decía "No entiendo un vestuario sin gritarnos, abrazarnos, vaciarnos", reseña el preparador. Una vez explicó que hay dos clases de entrenadores: los que creen que los problemas se resuelven solos y los que resuelven los problemas. Guardiola pertenece a los que buscan soluciones. Apasionado e inteligente, se desvive por dignificar el oficio y servir al club de su vida.

A Guardiola le ha llevado mucho esfuerzo y poco tiempo hacer que el Barça fuera campeón. Estaba convencido de que a los futbolistas se les había olvidado jugar al fútbol, por no decir las ganas de jugar al fútbol, y había que generar por tanto las mejores condiciones para que volvieran al campo. Ningún edificio resume mejor su filosofía que la ciudad deportiva, quizá porque pensó ser antes director deportivo que entrenador y ahora resulta que será al revés. Guardiola mandó construir la fábrica, como diría Di Stéfano, para que los jugadores se sintieran empleados del fútbol y no estrellas del pop, sabedor de que al éxito se llega desde la cultura del esfuerzo y no de la diversión.

El entrenador eligió a profesionales de su confianza, a los mejores especialistas, y renovó el liderazgo del equipo a partir de jugadores de la cantera, que dejaron de ser acompañantes para sentirse protagonistas, circunstancia capital para recuperar la cultura del juego en la que creía y por la que había peleado con los técnicos en su etapa de futbolista. Guardiola conoce el oficio porque fue el mejor aprendiz: siempre atendía y preguntaba, siempre se manifestó como un obsesionado del juego, siempre lo "sentía". Hijo inconfundible del cruyffismo, Guardiola aprendió del dream team lo que había que hacer y también lo que no. Ahí está la clave.
¿El secreto? Los jugadores son muy buenos", cuenta Guardiola, convertido en un personaje auténtico. Igualmente elegante, se adueñó de los escenarios sin dar un paso atrás. A nadie le sorprenderá el recibimiento que le dispensaron en la escuela de sus hijos. Alguien que le quiere bien cree que el próximo paso de Guardiola debería ser equivocarse y no exagerar más su personalidad. Ya lo contaba Zubizarreta tras escuchar a las gimnastas rusas: la perfección genera sensación de imbatibilidad, de infalibilidad, de medalla ya conseguida.
RAMON BESA

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